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EL CUENTO QUE ME CONTÓ MI NONA
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EL CUENTO QUE ME CONTÓ MI NONA
EL CUENTO QUE ME CONTÓ MI NONA
Mi
abuela me contó un cuento que guardo en mi memoria, y que no sé quién
es el autor. Del mismo surge mi nombre ZARINA-Mi abuela era italiana,
era mi NONA, y así lo recuerdo.
El pez de oro
En una isla muy lejana, llamada isla Buián, había una [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] pequeña donde vivían un anciano y su mujer. Estaban en la mayor pobreza. Todos sus bienes se reducían a la cabaña y a una [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que el mismo marido había hecho y con la que todos los días iba a pescar.
Un
día echó su red al mar, empezó a tirar de ella y le pareció que pesaba
extraordinariamente. Creyendo que había pescado un pez muy grande, se
puso muy contento, pero cuando logró recoger la red vio que estaba
vacía. Después de registrar bien encontró un pequeño pez. Al tratar de
cogerlo quedó asombrado al ver que era un pez de oro; su asombro aumentó
al oír que el pez, con voz humana, le [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]:
—No
me cojas, abuelito. Déjame nadar libremente en el mar y te daré todo lo
que pidas. El anciano meditó un rato y le contestó: —No necesito nada
de ti. Vive en paz en el mar. ¡Anda! Y al decir esto echó el pez de oro
al agua.
Al volver a la cabaña, su mujer, que era muy [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo],
le preguntó: —¿Qué tal ha sido la pesca? —Mala, mujer —contestó,
quitándole importancia a lo ocurrido—. Sólo pude coger un pez de oro,
tan pequeño que, al oír sus súplicas para que lo soltase, me dio [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
y lo dejé en libertad a cambio de la promesa de que me daría lo que le
pidiese. —¡Oh viejo tonto! Has tenido entre tus manos una gran fortuna y
no supiste conservarla. Y se enfadó la mujer de tal modo que durante
todo el día estuvo [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a su marido.
—Si
al menos, ya que no pescaste nada, le hubieras pedido un poco de pan,
tendrías algo que comer. Pero ¿qué comerás ahora si no hay en casa ni
una [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]?
Al
final el marido, no pudiendo soportar más a su mujer, fue en busca del
pez de oro. Se acercó a la orilla del mar y exclamó: —¡Pececito,
pececito! ¡Ponte con la cola hacia el mar y con la cabeza hacia mí! El
pez se arrimó a la orilla y le dijo: —¿Qué quieres, buen viejo? —Se ha
enfadado conmigo mi mujer por haberte soltado y me ha mandado que te
pida pan. —Bien. Vete a casa, que el pan no os faltará. El anciano
volvió a casa y preguntó a su mujer: —¿Cómo van las cosas, mujer?
¿Tenemos bastante pan? —Pan hay de sobra, porque está el cajón lleno
—dijo la mujer—; pero lo que nos hace falta es una [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] nueva, porque se ha hundido la madera de la que tenemos y no podemos lavar la ropa. Ve y dile al pez de oro que nos dé una.
El
viejo se dirigió a la playa otra vez y llamó:—¡Pececito, pececito!
¡Ponte con la cola hacia el mar y con la cabeza hacia mí! El pez se
arrimó a la orilla y le dijo:
—¿Qué necesitas, buen viejo? —Mi mujer me mandó pedirte una artesa nueva. —Bien; tendrás también una artesa nueva.
De
vuelta a su casa, su mujer le gritó: —Vete enseguida a pedirle al pez
de oro que nos regale una cabaña nueva; en la nuestra ya no se puede
vivir. Se fue el marido a la orilla del mar y gritó: —¡Pececito,
pececito! ¡Ponte con la cola hacia el mar y con la cabeza hacia mí! El
pez nadó hacia la orilla y le preguntó: —¿Qué necesitas ahora, viejo?
—Constrúyenos una nueva cabaña. Mi mujer no me deja vivir en paz. Está
riñéndome continuamente y diciéndome que no quiere vivir más en la casa
vieja. —No te entristezcas. Vuelve a tu casa y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo],
que todo estará hecho. Volvió el anciano a casa y vio con asombro que
en el lugar de la cabaña vieja había otra nueva hecha de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Pero de nuevo su mujer corrió a su encuentro y empezó a reñirle y más
enfadada que nunca, le gritó: —¡Qué viejo más estúpido eres! No sabes
aprovecharte de la suerte. Has conseguido tener una cabaña nueva y
creerás que has hecho algo importante. ¡Imbécil! Ve otra vez al mar y
dile al pez de oro que no quiero ser por más tiempo una campesina. Ahora
quiero ser mujer de un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] para que me obedezca la gente y me salude con [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Se
dirigió de nuevo el anciano a la orilla del mar y dijo en voz alta:
—¡Pececito, pececito! ¡Ponte con la cola hacia el mar y con la cabeza
hacia mí! Se arrimó el pez a la orilla como otras veces y dijo: —¿Qué
quieres, buen viejo? —Mi mujer no me [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Se ha vuelto completamente loca. Dice que no quiere ser más una
campesina, que quiere ser la mujer de un gobernador. —No te apures. Vete
a casa y reza a Dios, que yo lo arreglaré todo.
Volvió a casa el
anciano, pero al llegar vio que en el sitio de la cabaña se elevaba una
magnífica casa de piedra con tres pisos. Corrían apresurados los [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
por el patio. En la cocina, los cocineros preparaban la comida,
mientras que su mujer estaba sentada en un rico sillón vestida con un
precioso traje y dando órdenes a todos. —¡Hola, mujer! ¿Estás ya
contenta? —le dijo el marido. —¿Cómo te has atrevido a llamarme tu
mujer, a mí, que soy la mujer de un gobernador? —y dirigiéndose a sus
sirvientes les ordenó— Coged a ese miserable campesino que pretende ser
mi marido y llevadlo a la [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] para que lo [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] bien.
Enseguida
los sirvientes cogieron por el cuello al pobre viejo y lo arrastraron a
la cuadra, donde los mozos lo azotaron de tal modo que después éste con
gran dificultad pudo ponerse en pie. Luego, la mujer lo nombró [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
de la casa y le dieron una escoba para que barriese el patio. Para el
pobre anciano empezó una vida llena de amarguras y humillaciones. Tenía
que comer en la cocina y todo el día estaba ocupado barriendo el patio.
—¡Qué mala mujer! —pensaba el anciano—. He conseguido para ella todo lo
que ha deseado y me trata del modo más cruel, e incluso niega que yo sea
su marido.
Sin embargo, no duró mucho tiempo aquello, porque al fin
se aburrió la vieja de su papel de mujer de gobernador. Llamó al anciano
y le ordenó: —Ve, viejo tonto, y dile al pez de oro que no quiero ser
más mujer de gobernador. Ahora quiero ser [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Se fue el anciano a la orilla del mar y exclamó: —¡Pececito, pececito!
¡Ponte con la cola hacia el mar y con la cabeza hacia mí! El pez de oro
se arrimó a la orilla y dijo: —¿Qué quieres, buen viejo? —¡Ay, pobre de
mí! Mi mujer se ha vuelto aún más loca que antes. Ya no quiere ser mujer
de gobernador; ahora quiere ser una zarina. —No te apures. Vuelve
tranquilamente a casa y reza a Dios. Todo estará hecho.
Volvió el anciano a casa, pero en el sitio de ésta vio elevarse un magnífico palacio cubierto con un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de oro. Los [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
hacían la guardia en la puerta con el arma al brazo. Detrás del palacio
se extendía un hermosísimo jardín y delante había un gran ejército para
protegerlo. La mujer, vestida como correspondía a su rango de zarina,
salió al balcón y empezó a [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
a sus tropas mientras los músicos tocaban el himno real. Pero al poco
tiempo la mujer se aburrió también de ser zarina y mandó que buscasen al
anciano y lo trajesen a su presencia. Cuando el viejo llegó hasta ella,
le gritó: —¡Ve, viejo tonto! Ve enseguida a la orilla del mar y dile al
pez de oro que no quiero ser más una zarina. Quiero ser la diosa de los
mares, para que todos los mares y todos los peces me obedezcan!
El
buen viejo quiso negarse, pero su mujer lo amenazó con cortarle la
cabeza si se atrevía a desobedecerla. Con el corazón oprimido se dirigió
el anciano a la orilla del mar, y una vez allí, exclamó: —¡Pececito,
pececito! ¡Ponte con la cola hacia el mar y con la cabeza hacia mí! Pero
no apareció el pez de oro. El anciano lo llamó por segunda vez, pero
tampoco vino. Lo llamó por tercera vez, y de repente se movió el mar, se
levantaron grandes olas y el color azul del agua se oscureció hasta
volverse negro. Entonces el pez de oro se arrimó a la orilla y dijo:
–¿Qué más quieres, buen viejo? El pobre anciano le contestó: —No sé qué
hacer con mi mujer; está furiosa y me ha amenazado con cortarme la
cabeza si no vengo a decirte que ya no quiere ser una zarina. Ahora
quiere ser diosa de los mares, para mandar en todos los mares y gobernar
a todos los peces. Esta vez el pez no respondió nada al anciano, se
volvió y desapareció en las profundidades del mar.
El desgraciado
viejo volvió a casa y quedó lleno de asombro. El magnífico palacio había
desaparecido y en su lugar se hallaba otra vez la primitiva cabaña
vieja y pequeña, en la cual estaba sentada su mujer, vestida con unas
ropas muy pobres. Tuvieron que volver a su vida de antes, dedicándose
otra vez el viejo a la pesca, y aunque todos los días echaba su red al
mar, nunca volvió a tener la suerte de pescar al maravilloso pez de oro.!"
AMALIA
Re: EL CUENTO QUE ME CONTÓ MI NONA
Maravillosa historia con un sabio mensaje!!!
Zarina!!!
Eres una reina!!
Besitos
de tu amiga
Edurne
Zarina!!!
Eres una reina!!
Besitos
de tu amiga
Edurne
Edurne- Moderador
- Mensajes : 569
Fecha de inscripción : 04/08/2012
Edad : 43
Localización : Colon Entre Ríos
Re: EL CUENTO QUE ME CONTÓ MI NONA
Edurne: Mi nona me cotaba cuentos , alguos eran de su autoría... jajaja
De ella aprendí a sentir de otra manera los hechos.
Un besito agradecido
Amalia
De ella aprendí a sentir de otra manera los hechos.
Un besito agradecido
Amalia
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