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    LA VIUDA DE LOS JUEVES. LLEVADA AL CINE

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    LA VIUDA DE  LOS JUEVES. LLEVADA AL CINE Empty LA VIUDA DE LOS JUEVES. LLEVADA AL CINE

    Mensaje por Amalia Lateano Jue Nov 01, 2012 3:02 pm


    Ficha técnica y artística

    Título: Las viudas de los jueves

    Título original: Las viudas de los jueves

    Dirección: Marcelo Piñeyro

    País: España, Argentina

    Año: 2009

    Fecha de estreno: 26/03/2010

    Duración: 122 min.

    Género: Drama

    Reparto: Ernesto Alterio, Juan Diego Botto, Gloria Carrá, Ana Celentano, Camilo Cuello Vitale, Pablo Echarri, Adrián Navarro, Leonardo, Vera Spinetta, Gabriela Toscano

    Guión: Marcelo Piñeyro, Marcelo Figueras

    Web: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Distribuidora: Alta Films

    Productora: Tornasol Films, Castafiore Films, Haddock Films





    Si el lenguaje cifra el destino, a
    las mujeres concurrentes a esa cena que el film muestra a poco de
    comenzado, inexorablemente les esperaba la muerte de sus maridos. “Han
    traído a otra viuda”, saluda el maitre al recibirlas en el
    restaurante. Es jueves y los maridos están -como fue acordado hace
    tiempo– solos, jugando a las cartas, alcoholizándose y agrediéndose de a
    poco. Enviudar será sólo cuestión de tiempo.

    Las viudas de los jueves es un film dirigido por Marcelo Piñeyro basado en la novela del mismo nombre, escrita por Claudia Piñeiro.

    La historia transcurre en los
    límites de un country o barrio privado, en exceso lujoso. Casas enormes
    con piscinas climatizadas rodeadas de extensos parques con añosas
    arboledas. La encarnadura del Arquetipo del Paraíso. Fuera del perímetro
    –protegido por rejas, púas y seguridad armada– aguardan los peligros
    que se intuyen propios de una sociedad fuera de control. Un ámbito
    idílico que remite a la seguridad del útero materno, a la calidez y
    certeza que otorga la vivienda parental a un niño. Semeja aquella
    descripción que, en su recuerdo, hace Martín Fierro de ese tiempo donde
    todo era previsible, no había peligros ni imprevistos, el trabajo un
    entretenimiento y padres e hijos convivían en la tranquilidad del rancho
    rodeado de la serenidad de la llanura bonaerense. El peligro, empero,
    existía. Y también lo señalaba un perímetro: el de la línea de fortines.
    Más allá acechaban los indígenas como –ahora– lo hacen los desocupados,
    los adictos al paco, los descastados de la sociedad de consumo.

    Lo cierto es que en ese country o
    burbuja, donde cada calle permanece asfaltada sin lucir jamás baches,
    los autos están siempre lustrados y brillantes, el pasto es de un verde
    intenso, perenne y las canchas de tenis nunca levantan polvaredas,
    aguarda –agazapada, como siempre– la Muerte; en sus tan variadas formas.
    Incluyendo la de los muertos en vida; las personas que no ejercen como
    tales.

    Son cuatro las parejas protagonistas de esta historia. Y dos hijos adolescentes: varón y muchacha.

    Uno de los matrimonios tiene como
    representante masculino al que muestra encarnar en forma permanente el
    arquetipo del exitoso. Exitoso en los afectos, en el intelecto y en lo
    material. Causa la envidia de casi todos. Ama a su mujer y la desea
    sexualmente a menudo. A pesar de la capacidad largamente demostrada de
    este hombre para estar siempre atento a los requerimientos de la diosa
    fortuna, no consigue darse cuenta que su mujer no sólo no lo desea, ni
    siquiera es un hombre lo que le atrae. Aprovecha los beneficios que
    produce tener ese marido. No más. Lo hace tan bien, es tan buena su
    máscara, que tiene a todos convencidos de que es la esposa ideal, la que
    todo lo concreta a la perfección.

    En otra de las parejas el hombre
    es un abogado que supo aprovechar momentos de grandes ganancias del
    laboratorio donde trabajaba. Lo despidieron hace poco. Está gastando sus
    últimas reservas para no disminuir el ritmo de vida de su familia.
    Quiere –pero no puede– poner en conocimiento de su esposa su nueva
    condición de desempleado. Situación que a juzgar por todos los intentos
    hechos, será duradera. No hay ya lugar de trabajo para él. Ya probó
    todas las posibilidades. Parece no haber quien se interese por sus
    servicios. No, al menos, para mantener el tren dispendioso de vida que
    llevan. Su mujer sólo tiene mirada para lo superficial. Actúa como si el
    dinero fluyera siempre sin necesidad de generarlo. El hombre acrecienta
    su angustia imaginando –y actuando en soledad– diálogos que debiera
    tener con su esposa para anoticiarla de su fracaso laboral. La
    adolescente es la encarnación de la transgresión. Consume drogas
    ilícitas. Y es vendedora minorista a los demás adolescentes y jóvenes
    del country. El proveedor es –que curioso– el jefe de la seguridad
    armada, del grupo al que los habitantes del barrio cerrado pagan para
    evitar hechos delictivos. Esa adolescente es quien dice a su padre que
    ella tampoco lo escucha puesto que nadie lo tiene jamás en cuenta.

    Hay una tercera pareja que recuerda, de inmediato, a la del cómico saltimbanqui de El séptimo sello[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo],el
    film de Ingmar Bergman. Ese hombre ingenuo que, empero, es el único que
    puede advertir que el caballero cruzado que regresa frustrado de Medio
    Oriente está jugando al ajedrez nada menos que con La Muerte, buscando
    ganarle para obtener un tiempo más de vida. Eso le permite subir a la
    carreta a su joven dama que es la madre del niño que ambos tienen y
    partir rápido antes que la noche, la tormenta que se está por abatir y
    La Muerte los atrapen. Ese hombre de psiquismo infantil, que juega todo
    el día y entretiene a su mujer con sus humoradas, es quien consigue
    advertir lo que en verdad está sucediendo, el peligro que se cierne y
    huir. Lo mismo pasa en Las viudas de los jueves. Aquí el hombre
    se define a si mismo; “Yo soy el bufón.” El Bufón, el Juglar, el
    Arlequín simbolizan el arquetipo de aquel que sólo puede decir la
    verdad. Aunque, para ello, lo haga de manera humorística. “Enséñame a
    mentir”, le dice el Bufón al Rey Lear. Obviamente un psiquismo adulto
    (o lo que es lo mismo un Héroe Solar afirmado; podemos poner como
    ejemplo las numerosas argucias que idea Ulises de Itaca durante toda su
    vida) conoce que la verdad rara vez conviene ser enunciada.

    Es característico que el Bufón
    siempre tenga a su lado al señor feudal, al rey, al príncipe o al noble a
    quien entretiene y, entre humoradas, dice la verdad. ¡Por eso,
    precisamente, tantos bufones han muerto por orden de sus señores! En Las viudas de los jueves
    el Bufón acompaña al Hombre Exitoso. También es un desocupado. Pero eso
    no lo angustia. Tiene certeza de lo que es y acepta tal destino. Busca
    vincularse a su adolescente hijo varón y no encuentra la manera. El hijo
    lo desestima. Y también desestima a la madre. Este muchacho es un
    verdadero buscador. No se resigna. Tiene ideas. Es diferente en la
    medida que no hace lo que se espera de él (estudiar en el colegio,
    comportarse adecuadamente en la pileta general del country, vincularse a
    su familia y establecer relaciones con los de su edad que viven en el
    mismo lugar) pero es el único de todos que tiene originalidad, está
    convencido, produce ideas, reflexiona. Muestra los primeros esbozos de
    un Héroe Solar.

    En esta familia trabaja la mujer.
    Se ocupa de bienes raíces. Lleva dinero al hogar, es el único sostén
    económico. Tiene las angustias y pensamientos de todo varón proveedor.
    En especial cuando las ventas no marchan como se quisiera. En lo que
    hace a su hijo, ella está y comenta a sus amigas que el muchacho no
    tiene conductas homosexuales. Piensa que si se pegara mucho a ella
    entonces sí habría peligro. En tanto, el joven chatea con desconocidos
    presentándose como muchacha.

    La cuarta pareja son los recién
    llegados. Muy jóvenes. Pasaron los treinta hace poco. Están unidos en la
    búsqueda del goce definido en términos estrictamente psicoanalíticos.
    Sus flirteos con la muerte son constantes. El hombre ha prometido a su
    psiquiatra que tomará la medicación y no la golpeará más a ella. Como si
    se tratara de hacer promesas. Ella no consume ni un analgésico. Dice
    que tiene que estar totalmente lúcida para sostener la situación. Lo
    espera desnuda en la noche y le ordena que le haga el amor ya. Al
    amanecer él despierta en medio de una pesadilla. Soñó que la mataba. De
    mal entendidos surgen celos en el hombre cuando ve salir a otro de la
    casa en una ocasión que adelanta su llegada. Aguanta en silencio.
    Resiste hasta la cena. Luego la golpea, azota su cara contra el plato de
    comida y, sin solución de continuidad, la abraza, llora pidiéndole
    perdón. Ella no hace el más mínimo gesto defensivo. En otra ocasión la
    arroja al suelo, pone su cinturón en el cuello y busca ahorcarla. Ella
    apenas se resiste. El la deja, se tira a un lado y llora. Ella lo
    abraza, lo mima, lo contiene.

    La mujer del “hombre siempre
    exitoso” al ver a ésta golpeada dice al golpeador: “Si la vuelves a
    tocar te habrás metido en problemas.” La actitud, el modo, el tono,
    evidencian que esa mujer ha asumido el papel masculino en defensa de la
    joven maltratada. Está enamorada. La muchacha aprecia el gesto. Es
    recíproca. Cuando alguien agrede –aunque sólo sea de palabra– a su
    salvadora, hace inmediata causa con ella. No mucho tiempo después ambas
    se besarán con pasión. A renglón seguido el “hombre exitoso” descubrirá
    que su mujer lo desprecia y que también lo desprecian quienes creía lo
    querían.

    Un aparente exitoso que comprueba
    su total fracaso rodeado por la soledad afectiva. Un macho proveedor que
    no consigue seguir proveyendo e incapaz de decírselo a su esposa. Un
    hombre joven que no sabe como evitar el desear matar a la mujer que ama.
    Tres exponentes de las búsquedas heroicas fracasadas y, por ello,
    aunados en la frustración más intensa.

    Una noche de jueves, próximos a
    Navidad, los cuatro comparten la angustiante intensidad de la derrota.
    El hombre que fuera ganador propone sacarle una ventaja a la muerte. Lo
    mismo que quería el caballero cruzado en el film de Bergman. El
    caballero pedía un tiempo más de vida. Estos hombres piden algo
    diferente. Que sus respectivas mujeres puedan cobrar el seguro de vida.
    Para eso deben suicidarse de manera que parezca un accidente. Sólo uno
    se levanta antes de aquel acto mortal. Es, precisamente, El Bufón, quien
    mientras se aleja pide a sus amigos que le confirmen que todo es una
    broma. Lo que ellos confirman como humorada. Aunque los cuatros saben
    que todo el tiempo se estuvo hablando en serio.

    “El Bufón” salva su vida. Lo que
    no impide que su mujer siga siendo viuda. Porque hombre no tiene. Sí
    algo como un hijo mayor. Ella acepta gustosa que su marido sea así.

    Tras la muerte de los tres hombres
    y transcurridos algunos días, El Bufón –respondiendo a ese mandato
    inconsciente arquetípico de que es él quien debe decir la verdad y no
    puede ser cómplice en ocultarla– convence a su mujer/madre/proveedor que
    es necesario reunir a las tres viudas para enterarlas de que no ha
    habido accidente alguno sino un bien premeditado suicidio grupal.
    Reunidas las tres mujeres en la casa de la familia de El Bufón y
    explicado por éste lo acontecido, tomará la palabra la viuda de aquel
    supuesto exitoso para ofenderse y señalar que no deben removerse ciertas
    cosas y que de divulgarse lo dicho hasta podrían perder la percepción
    del dinero del seguro que beneficia a cada una de ellas. Ninguna quiere
    escuchar aquella realidad por que eso –en especial– implica aceptar que
    no están en el Paraíso y que también allí lo impensable puede acontecer.


    Esta decisión de no escuchar
    provoca la pérdida e inmediata expulsión del Paraíso de la familia que
    osó desenmascarar la triple muerte.

    Es el muchacho –aquel chico que
    parecía “rarito”– quien de inmediato comprende esto y dice enfático a
    sus padres: “Vámonos de aquí. No somos de este lugar, no pertenecemos
    aquí.” Pide a la madre que venda la casa y se vayan a otro sitio. El
    muchacho, entonces, comienza su rol de Héroe Solar. Es quien toma
    decisiones. La familia acepta la idea. Como “El Bufón” está herido en
    una pierna a causa de un traspié, es la madre quien guarda las cajas y
    conduce el auto. Antes de partir el muchacho trae la chica transgresora
    para llevarla con ellos. Ya en el auto, ella apoya su cabeza en el joven
    que la abraza y protege. El Héroe obtuvo a su Anima. La madre está al
    volante. A su lado, los dos adolescentes. El padre está en el asiento de
    atrás, en segundo plano, con su pierna enyesada; imposibilitado. El
    auto pasa las barreras del country, deja lo seguro y –en plena noche–
    sale a descubrir lo desconocido. Así como en El Séptimo Sello la
    carreta se dirige –también en plena nocturnidad– a enfrentarse con una
    violenta tormenta eléctrica que empieza a desatarse antes de la partida,
    los tripulantes del auto en Las viudas de los jueves tendrán que
    enfrentar una violencia de otra índole: la gente que ha salido a las
    calles destruyendo comercios, casas, vehículos. Así como la tormenta se
    muestra lejana aquí tampoco se observan en la cercanía los disturbios
    exhibidos en los televisores del country. Los hechos están modificados,
    los símbolos son los mismos. Pero en el film de Piñeyro hay una
    diferencia que no por pequeña es poco importante. Al contrario, resulta
    superlativa. El matrimonio de la película de Bergman tiene un niño que
    es, apenas, poco más que un bebé. Simbolizan el arquetipo de José, Jesús
    y la Virgen. Y es el hombre quien toma la decisión de partir, sube su
    familia a la carreta y da rienda a los caballos. Aquí es diferente. Se
    trata del abandono del Paraíso para aventurarse en el universo humano.
    Es Adán y Eva. La inocencia perdida y la comprensión a cuestas que
    provoca angustia y, a la vez, impulsa a avanzar hacia lo desconocido en
    pos de horizontes intuidos mas nunca visitados.

    La mujer carga el auto y toma el
    volante. El joven está de copiloto. El muchacho es quien definió la
    acción de dejar todo y buscar nuevos horizontes. Típica acción del Héroe
    Solar. Y no van ellos tres solos. Alguien se ha incorporado
    gustosamente. La muchacha transgresora traída por el adolescente. Esta
    pareja incipiente simboliza la esperanza, la posibilidad de algo
    auténtico. En lo que hace al arquetipo del Héroe también simboliza al
    caballero que rescata a la doncella del castillo donde se encuentra
    prisionera del Dragón. Ese Dragón es, en el film, las conductas
    autodestructivas que recorren la historia de la muchacha.

    No es extraño que la historia se
    sitúe en los días previos a la Navidad. Porque el final es la vital
    alegoría de la posibilidad de un nuevo nacimiento.



    fICHA CONFECCIONADA POR :
    Antonio
    Las Heras es doctor en Psicología Social (UAJFK, 1988), magister en
    Psicoanálisis (UAJFK). Presidente de la Asociación Junguiana Argentina
    (AJA), autor deManual de Psicología Junguiana, Editorial Trama.

    MIL GRACIAS.



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    Mensaje por Edurne Jue Nov 01, 2012 7:36 pm

    Amalia: veo la pluma de J F. detrás de tus argumentos y de los análisis.
    Muy buenos!!
    Me quedo con este parágrafo:
    “Yo soy el bufón.” El Bufón, el Juglar, el
    Arlequín simbolizan el arquetipo de aquel que sólo puede decir la
    verdad. Aunque, para ello, lo haga de manera humorística.
    “Enséñame a mentir”, le dice el Bufón al Rey Lear.
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    toda su
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    Muchos saludos.
    Fuerza madre!!!
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    Mensaje por Amalia Lateano Vie Nov 02, 2012 9:12 pm

    Si... ES ÉL QUE ME GUÍA EN LAS LECTURAS!!!
    uN BESO MI PEQUEÑA PRINCESA!! FELICIDADES!!!

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