CONVERGENCIA POÉTICA
BIENVENIDO A TU CASA DONDE TUS LETRAS SERÁN

RECONOCIDAS

A NIVEL INTERNACIONAL.

Es nuestro lema: La Libertad.

Unirse al foro, es rápido y fácil

CONVERGENCIA POÉTICA
BIENVENIDO A TU CASA DONDE TUS LETRAS SERÁN

RECONOCIDAS

A NIVEL INTERNACIONAL.

Es nuestro lema: La Libertad.
CONVERGENCIA POÉTICA
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.
Anuncios

    No hay anuncios disponibles.


    EL SOMBRERO DEL CURA

    Ir abajo

    EL SOMBRERO DEL CURA Empty EL SOMBRERO DEL CURA

    Mensaje por Amalia Lateano Vie Oct 04, 2013 8:24 pm

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Puede leer, escuchar y descargar esta historia (dividida en dos capítulos) en:
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
     









    El sombrero del cura
    Leopoldo Alas «Clarín»
    El señor obispo de la diócesis, por razones muy dignas de respeto, prohibió, hace
    algunos años, que el clero rural anduviera por prados y callejas, costas y montañas,
    lucien
    do el levitón de anchos faldones y el sombrero de copa alta, demasiado alta muchas
    veces. Hoy todos los curas de mi verde Erín, de mi católica y pintoresca Asturias, usan traje
    talar, sombrero de teja, de alas sueltas y cortas; y, a fuerza de humildad y co
    n prodigios de
    obediencia, consiguen montar a caballo con sotana o balandrán, sin hacer la triste figura y
    sortear las espinas de los setos, sin dejar entre las zarzas jirones del paño negro.
    Pero en los tiempos a que me refiero, no lejanos, el cura d
    e la aldea ordinariamente
    parecía un caballero particular vestido de luto, con alzacuello de seda o de abalorios
    menudos y con levita y chistera, de remotísima moda las más veces.
    El diputado Morales, cacique desde Madrid de una gran porción del terri
    torio del Norte,
    lo menos, del que abarca dos o tres arciprestazgos, pasa los veranos en su magnífica
    posesión de la Matiella, en lo más alto de una colina cercana al mar. Desde el palacio, que
    así lo llaman los aldeanos, de los Morales se ve el cabo de Pe
    ñas, que avanza sobre el
    Cantábrico con gallardía escultórica; y del otro lado, al Oriente, se domina la costa
    accidentada, verde y alegre, hasta el cabo del O livo. Y por la parte de tierra asisten los
    pasmados ojos, por un momento, a la sesión permanente
    que, en augusto conclave,
    celebran, por siglos de siglos, los gigantes de Asturias, de las Asturias de piedra: el Sueve,
    los Picos de Europa, el Aramo..., y tantas otras moles venerables que el buen hijo de esta
    patria llega a conocer y amar como a sacras
    imágenes de un augusto misterioso abolengo
    geológico... De barro somos, y no es mucho pensar con respeto y cariño en la tierra,
    abuela...

    2
    Pero Morales no pensaba en eso ni se paraba a contemplar el gran paisaje (panorama le
    llamaba él constantemente)
    que se podía admirar desde la Matiella. Sabía Morales que
    aquellas vistas valían mucho dinero, que por un capricho un indiano poderoso, o un
    banquero arrogante darían muchos miles de duros, encima de lo que por sí valía la quinta,
    nada más que por pagar la
    s vistas soberbias..., que tampoco se pararían a contemplar
    banqueros soberbios ni soberbios indianos.
    -
    Mire usted, mire usted qué panorama
    -
    decía Morales a cualquier huésped de la
    Matiella, y apuntaba con el dedo al horizonte, mientras él le miraba a
    l amigo la cadena del
    reloj, los guantes o la corbata.
    Para el cacique de la Matiella, diputado por juro de heredad, la Naturaleza, es decir, el
    campo, no era más que un marco para hacer resaltar el lujo de verano.
    A sus ojos, mucho más tenían qu
    e admirar las porquerías de escayola con que él había
    adornado la quinta que el Sueve y Peña Mayor, que él confundía vilmente.
    Sí; la Naturaleza era un buen mareo para sus vanidades veraniegas..., pero había que
    pulirlo, dorarlo..., echarle arena y ca
    l hidráulica. La arena era su manía. Aborrecía los
    senderos en que se ve la tierra que se pisa. Senda sin arena, para Morales, era vergonzosa
    desnudez. Le encantaba también el pérfido engaño del cemento, que parece piedra, y
    oportune ataque inportune
    , el c
    acique interrumpía la vida lozana de aquellos verdores con
    obras de cal hidráulica.
    Otro adorno de sus dominios era... el clero rural: los párrocos, coadjutores, ecónomes y
    capellanes sueltos de aquellos contornos.
    Morales, naturalmente, creía en
    Dios, o, mejor, en la necesidad de inventarlo; un Dios
    personal, por supuesto, especie de freno automático para contener las pasiones de la
    multitud y conservar las venerandas instituciones... el papel en alza, cuando convenía. La
    impiedad le parecía a Mo
    rales una falta de respeto al jefe del Gobierno. Era, pues, muy
    propio de un conservador incondicional rodearse de toda la clerecía de aquellos
    Amalia Lateano
    Amalia Lateano
    Administrador General
    Administrador General

    Mensajes : 16881
    Fecha de inscripción : 01/08/2012
    Edad : 66
    Localización : Rojas

    http://amalialateano.blogspot.com

    Volver arriba Ir abajo

    Volver arriba

    - Temas similares

     
    Permisos de este foro:
    No puedes responder a temas en este foro.