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CARACOLES
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CARACOLES
La supe ver a Melina durante el tórrido verano, cuando se recostaba en
la extensa playa de arena blanca de Claromecó al sur de la provincia de
Buenos Aires, en Argentina.
Aquí, en este paradisíaco y oculto lugar
llegan muy pocos turistas y todos de muy buena posición. Diría que es un
balneario privado.
Me gusta averiguar el por qué de las cosas, así
encontré a viejas chismosas que me contaron que Claromecó significa en
idioma araucano "Aguas claras entre juncales".
Este balneario se
encuentra en tierras que antiguamente pertenecieron a la familia Bellocq
y que fueran tomadas por la provincia de Buenos Aires. Los Bellocq
comenzaron a darle forma al incipiente balneario construyendo los
primeros nueve chalet, de los que aún se conservan algunos.
En el
sector de playas llamado Dunamar, ella se extendía cerca de las olas que
le acariciaban la piel y luego se sumergía buscando la profundidad para
nadar en los cristalinos y celestes remolinos.
Luego salía, y se
recostaba en la arena sobre una loneta. Desde mi cabaña alpina, una de
las más hermosas que está a seiscientos metros de la playa, con mis
prismáticos la miraba, parecía una sirena de piel dorada.
Una tarde, vi que se sacaba la parte superior del traje de baño y dejé de mirar por pudor.
Luego, la curiosidad y algo del deseo que guardo por la belleza me llevaron a continuar con esta práctica de observarla.
Vi entonces que estaba cubierto su busto juvenil con los caracolitos de la playa.
Como me intrigaba saber si estaba con los senos descubiertos tomé mi sombrero. y caminando al descuido me acerqué.
La vi de cerca y quise comenzar una conversación, la primera, a pesar de que éramos vecinos.
Me
contó que le estaba ocurriendo algo insólito. Se sentó y miles de
caracolitos cayeron de su pecho. Se mostró desnuda y vi que sus pechos
no tenían pezones, se observaban hinchados, como si fuesen a estallar.
La piel parecía de gelatina.
-Se lo cuento a Ud. porque sabe de cosas del mar... - me dijo.
-En mi casa se habla de su curiosidad por los hechos que se relacionan con las flores marinas y los animales exóticos - agregó.
“ Sí... es cierto...” - repliqué dejando abierto el juego...
-”Los caracoles me han succionado todo el pecho” - Me comentó en un susurro.
_”Ah,
bueno... debo dejarla, hasta luego...” - Y continué caminando hacia el
faro, porque era muy raro y me pareció que estaba tomándome el pelo.
Volví al día siguiente al mirador, y la vi extendida boca abajo y me pareció totalmente desnuda.
Escribía en un cuaderno con vehemencia.
Cuando desapareció y la empezaron a buscar la semana pasada, salí y recorrí el lugar donde se recostaba...
Asomaba una punta de cuerina y al escarbar saqué un borrador, de esos de estudiantes. Le faltaban hojas.
Me instalé en casa y me puse a leer, ayudándome con una lupa ya que la letra era muy pequeña y despareja.
Encontré
estas frases: - ...” y me rodeo las piernas con caracolillas
multicolores, y paso las horas como en ensoñación, debo decir que son
los momentos más satisfactorios de mi vida
Las coloco sobre mi
vientre, entre las piernas, en los muslos y hasta en los tobillos. Cubro
mi vagina, mi vulva con ellas. Es tan dulce y extraño el abrazo de
estas pequeñas caracolas que me estremecen hasta la médula. Se mueven a
destajo, como queriendo avanzar por dentro de mi piel y de mis órganos,
con sus rabillos, sus apéndices, como pequeños órganos retráctiles que
me sacuden las células de todos los poros de mi piel.
Cada día me obsesiono más con estas sensaciones.
He
abandonado mis obligaciones mínimas de este enero, desde que sin
querer, descubrí que estas caracolas tienen un pedúnculo más largo que
muchos órganos viriles... Nadie sabe este secreto. Me atrevo a pensarlo a
solas. A nadie le he dicho porque no me lo creerían y además sería el
hazmerreír de todo el grupo de compañeras que sólo conocen el placer con
los hombres, y no sé si alguna lo probó con algún animal...
Pero esto es diferente.
Comencé
a cubrirme los senos con ellas, cuando estaba tomando sol en toples y
vi que brillaba algo en la ventana superior de la cabaña del viejo de
barba blanca. Sospeché que me espiaba.
Al poco tiempo me vino a ver, y quise contarle pero no me dio bolilla.
Le quería decir que sentía en los pechos esas lengüitas que me masajeaban.
Así
estuve unas horas, quedé con las caracolitas cubriéndome sin tener
conciencia cuánto tiempo pasaba. Me llamaron a almorzar y allí me di
cuenta que fueron tres horas de goce, con el sol a pleno en mis piernas
que me ardían tremendamente.
Tenían un color bermellón que al verlas daba dolor.
Por la tarde no pude ir a la playa, y pensé que era una sugestión mía.
Llovió
todo el fin de semana y recién el martes por la tarde, busqué el rincón
donde las caracolillas se veían rápidas y procaces.
Me acosté sin la
lona, directamente en la arena, sobre el universo de estas criaturas, y
fui sacándome las dos piezas de la malla. Lo hice por partes.
Y sí. Comenzaron a succionarme y siento que desapareceré por tantas convulsiones. Experimento que mi piel se vuelve molusco...
No tengo fuerza para seguir escribiendo, hoy es 22 de enero”...
Estoy convencido que esta chica se fugó con algún novio. La buscan desde la noche del 22 de enero.
Busco el sombrero de paja. Salgo para las dunas y desde allí, desde la más alta lo arrojó a las aguas.
Este cuaderno es una obsesión y debe tener sólo un destino: el mar.
AMALIA
la extensa playa de arena blanca de Claromecó al sur de la provincia de
Buenos Aires, en Argentina.
Aquí, en este paradisíaco y oculto lugar
llegan muy pocos turistas y todos de muy buena posición. Diría que es un
balneario privado.
Me gusta averiguar el por qué de las cosas, así
encontré a viejas chismosas que me contaron que Claromecó significa en
idioma araucano "Aguas claras entre juncales".
Este balneario se
encuentra en tierras que antiguamente pertenecieron a la familia Bellocq
y que fueran tomadas por la provincia de Buenos Aires. Los Bellocq
comenzaron a darle forma al incipiente balneario construyendo los
primeros nueve chalet, de los que aún se conservan algunos.
En el
sector de playas llamado Dunamar, ella se extendía cerca de las olas que
le acariciaban la piel y luego se sumergía buscando la profundidad para
nadar en los cristalinos y celestes remolinos.
Luego salía, y se
recostaba en la arena sobre una loneta. Desde mi cabaña alpina, una de
las más hermosas que está a seiscientos metros de la playa, con mis
prismáticos la miraba, parecía una sirena de piel dorada.
Una tarde, vi que se sacaba la parte superior del traje de baño y dejé de mirar por pudor.
Luego, la curiosidad y algo del deseo que guardo por la belleza me llevaron a continuar con esta práctica de observarla.
Vi entonces que estaba cubierto su busto juvenil con los caracolitos de la playa.
Como me intrigaba saber si estaba con los senos descubiertos tomé mi sombrero. y caminando al descuido me acerqué.
La vi de cerca y quise comenzar una conversación, la primera, a pesar de que éramos vecinos.
Me
contó que le estaba ocurriendo algo insólito. Se sentó y miles de
caracolitos cayeron de su pecho. Se mostró desnuda y vi que sus pechos
no tenían pezones, se observaban hinchados, como si fuesen a estallar.
La piel parecía de gelatina.
-Se lo cuento a Ud. porque sabe de cosas del mar... - me dijo.
-En mi casa se habla de su curiosidad por los hechos que se relacionan con las flores marinas y los animales exóticos - agregó.
“ Sí... es cierto...” - repliqué dejando abierto el juego...
-”Los caracoles me han succionado todo el pecho” - Me comentó en un susurro.
_”Ah,
bueno... debo dejarla, hasta luego...” - Y continué caminando hacia el
faro, porque era muy raro y me pareció que estaba tomándome el pelo.
Volví al día siguiente al mirador, y la vi extendida boca abajo y me pareció totalmente desnuda.
Escribía en un cuaderno con vehemencia.
Cuando desapareció y la empezaron a buscar la semana pasada, salí y recorrí el lugar donde se recostaba...
Asomaba una punta de cuerina y al escarbar saqué un borrador, de esos de estudiantes. Le faltaban hojas.
Me instalé en casa y me puse a leer, ayudándome con una lupa ya que la letra era muy pequeña y despareja.
Encontré
estas frases: - ...” y me rodeo las piernas con caracolillas
multicolores, y paso las horas como en ensoñación, debo decir que son
los momentos más satisfactorios de mi vida
Las coloco sobre mi
vientre, entre las piernas, en los muslos y hasta en los tobillos. Cubro
mi vagina, mi vulva con ellas. Es tan dulce y extraño el abrazo de
estas pequeñas caracolas que me estremecen hasta la médula. Se mueven a
destajo, como queriendo avanzar por dentro de mi piel y de mis órganos,
con sus rabillos, sus apéndices, como pequeños órganos retráctiles que
me sacuden las células de todos los poros de mi piel.
Cada día me obsesiono más con estas sensaciones.
He
abandonado mis obligaciones mínimas de este enero, desde que sin
querer, descubrí que estas caracolas tienen un pedúnculo más largo que
muchos órganos viriles... Nadie sabe este secreto. Me atrevo a pensarlo a
solas. A nadie le he dicho porque no me lo creerían y además sería el
hazmerreír de todo el grupo de compañeras que sólo conocen el placer con
los hombres, y no sé si alguna lo probó con algún animal...
Pero esto es diferente.
Comencé
a cubrirme los senos con ellas, cuando estaba tomando sol en toples y
vi que brillaba algo en la ventana superior de la cabaña del viejo de
barba blanca. Sospeché que me espiaba.
Al poco tiempo me vino a ver, y quise contarle pero no me dio bolilla.
Le quería decir que sentía en los pechos esas lengüitas que me masajeaban.
Así
estuve unas horas, quedé con las caracolitas cubriéndome sin tener
conciencia cuánto tiempo pasaba. Me llamaron a almorzar y allí me di
cuenta que fueron tres horas de goce, con el sol a pleno en mis piernas
que me ardían tremendamente.
Tenían un color bermellón que al verlas daba dolor.
Por la tarde no pude ir a la playa, y pensé que era una sugestión mía.
Llovió
todo el fin de semana y recién el martes por la tarde, busqué el rincón
donde las caracolillas se veían rápidas y procaces.
Me acosté sin la
lona, directamente en la arena, sobre el universo de estas criaturas, y
fui sacándome las dos piezas de la malla. Lo hice por partes.
Y sí. Comenzaron a succionarme y siento que desapareceré por tantas convulsiones. Experimento que mi piel se vuelve molusco...
No tengo fuerza para seguir escribiendo, hoy es 22 de enero”...
Estoy convencido que esta chica se fugó con algún novio. La buscan desde la noche del 22 de enero.
Busco el sombrero de paja. Salgo para las dunas y desde allí, desde la más alta lo arrojó a las aguas.
Este cuaderno es una obsesión y debe tener sólo un destino: el mar.
AMALIA
Re: CARACOLES
Amalia:
Excelente narración desde el principio al final
Felicitaciones.
Juana
Excelente narración desde el principio al final
Felicitaciones.
Juana
JUANA PÉREZ DE ALTAMIRA- Co-moderador general
- Mensajes : 686
Fecha de inscripción : 06/08/2012
Edad : 64
Localización : Chacabuco
Re: CARACOLES
JUANA PÉREZ DE ALTAMIRA escribió:Amalia:
Excelente narración desde el principio al final
Felicitaciones.
Juana
Gracias estimada amiga POETISA
por leerme y dejar tan
bonito comentario a mis palabras.
Saluditos.
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