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TRANSFERENCIA CULPABLE--PARTE II
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TRANSFERENCIA CULPABLE--PARTE II
II
A las 10 hs. de la mañana el tesorero le pidió que le llevara la Carpeta de Cuentas Corrientes. La que le había dado el lunes para completar…
--- ¡Qué macana … Hoy es jueves y me falta más de la mitad, pensó con disgusto.
Pero se acercó al escritorio como si estuviera todo en orden.
Le entregó la Carpeta con su mejor semblante.
El funcionario la miró pausadamente, y luego, apoyando sus codos sobre el mueble, estudió a Carlos por espacio de varios segundos. Y como si estuviera haciendo un esfuerzo por conservarse calmo, le dijo, con voz suave: ---vea, Sr. Carlos Salvarrey hijo, su posición en nuestra Empresa es muy delicada…comprenda que si el Directorio me ha pedido que le transmita esta decisión, es porque Ud. no trata de cumplir ni con el mínimo que es exigible a cualquier empleado… ¿Las quejas son muchas …Deberemos enviar un detallado informe a su señor padre. Si no se esmera un poco, me entiende?... ---y lo miró con gran seriedad.
Pasaron unos minutos y Carlos, de pie, no demostraba ningún cambio en su expresión indiferente…
El Tesorero prosiguió, con vos airada: ---Su padre, no sé si recuerda…nos señaló que lo tuviéramos al tanto de su rendimiento…Y que no hiciéramos diferencias entre Ud. y los demás empleados. En fin…hemos decidido otorgarle un mes de plazo…De Ud. depende…le sugiero que se interiorice bien a fondo, en el manejo de Cuentas Corrientes…, y a demás, ¡aprenda dactilografía …
Y se puso a revisar unas planillas, dando a entender que había terminado con él.
Carlos lo escuchó sin delatar sus emociones. Sentía un nudo en la garganta…No podía hacerle otra macana al viejo…ahora comprendía todos los disgustos que le había causado. Su padre era un gran tipo…
Sumido en estos pensamientos regresó a su escritorio. Lo invadía una sensación de impotencia, parecida a la que experimentó aquella madrugada cuando ascendió al ómnibus de la “Empresa Rojas”, para dejar atrás su pasado…
No podía evitar que una parte de sí mismo se retrajera a ese otro espacio intocable en que se expandían, sin límites, tantos recuerdos…
Se sentó frente a la máquina de escribir y las teclas se le hicieron borrosas. Se sintió mal. Se tomó la cabeza con las manos y cerró los ojos. Pensó que no podía aprender todo en un mes…que no tenía ningún amigo que lo pudiera sacar de esa situación…alguien que le facilitara una máquina…
---ché, Salvarrey, ¿què te pasa?... ¿te sentís mal?...Son las 12 y media…Vení. Vení conmigo… ---dijo Fernández mientras lo ayudaba a incorporarse.
El aire puro de la calle reanimó a Carlos. Soplaba un viento fresco. El sol se asomaba débilmente entre las nubes viajeras. La lluvia caída había iluminado la ciudad. Los árboles lucían sus hojas húmedas y brillantes.
En el restaurant comieron en silencio. Cuando les sirvieron el café. Fernández le preguntó qué le había pasado con el Tesorero Carlos lo miró pensativo, y venciendo su natural orgullo se confió a él. Un poco por la necesidad de tener un amigo, y otro poco para saber si conocía a alguien que lo preparara en el manejo de Cuentas Corrientes…
--- ¡Pero viejo …¡Habérmelo dicho antes …¿Ese era todo el problema?...¡Quedate tranquilo que para eso estamos los amigos. ¡Mirá, yo te puedo preparar en Cuentas…Antes de ocupar el cargo de Cajero, estuve tres años trabajando en tu puesto… ---explicó Fernández, agregando: ---Te preparo en cualquier rato libre que tengas…No es tan difícil…¡Dentro de un mes le vas a dar cátedra al tesorero …Además, podés practicar máquina en mi casa, por las tardes…
Las palabras de su amigo llenaron de paz a Carlos que agradecido le tendió la mano, prometiendo ir.
El tiempo había transcurrido rápidamente. Debían regresar al Banco.
La ciudad resplandecía con la bulliciosa caravana de escolares que se desplazaban por las aceras. Desde los jardines multicolores de algunas casitas se derramaban cálidas y ligeras fragancias…
Cuando entraron en el Banco los dos reían despreocupadamente.
Continuará....
A las 10 hs. de la mañana el tesorero le pidió que le llevara la Carpeta de Cuentas Corrientes. La que le había dado el lunes para completar…
--- ¡Qué macana … Hoy es jueves y me falta más de la mitad, pensó con disgusto.
Pero se acercó al escritorio como si estuviera todo en orden.
Le entregó la Carpeta con su mejor semblante.
El funcionario la miró pausadamente, y luego, apoyando sus codos sobre el mueble, estudió a Carlos por espacio de varios segundos. Y como si estuviera haciendo un esfuerzo por conservarse calmo, le dijo, con voz suave: ---vea, Sr. Carlos Salvarrey hijo, su posición en nuestra Empresa es muy delicada…comprenda que si el Directorio me ha pedido que le transmita esta decisión, es porque Ud. no trata de cumplir ni con el mínimo que es exigible a cualquier empleado… ¿Las quejas son muchas …Deberemos enviar un detallado informe a su señor padre. Si no se esmera un poco, me entiende?... ---y lo miró con gran seriedad.
Pasaron unos minutos y Carlos, de pie, no demostraba ningún cambio en su expresión indiferente…
El Tesorero prosiguió, con vos airada: ---Su padre, no sé si recuerda…nos señaló que lo tuviéramos al tanto de su rendimiento…Y que no hiciéramos diferencias entre Ud. y los demás empleados. En fin…hemos decidido otorgarle un mes de plazo…De Ud. depende…le sugiero que se interiorice bien a fondo, en el manejo de Cuentas Corrientes…, y a demás, ¡aprenda dactilografía …
Y se puso a revisar unas planillas, dando a entender que había terminado con él.
Carlos lo escuchó sin delatar sus emociones. Sentía un nudo en la garganta…No podía hacerle otra macana al viejo…ahora comprendía todos los disgustos que le había causado. Su padre era un gran tipo…
Sumido en estos pensamientos regresó a su escritorio. Lo invadía una sensación de impotencia, parecida a la que experimentó aquella madrugada cuando ascendió al ómnibus de la “Empresa Rojas”, para dejar atrás su pasado…
No podía evitar que una parte de sí mismo se retrajera a ese otro espacio intocable en que se expandían, sin límites, tantos recuerdos…
Se sentó frente a la máquina de escribir y las teclas se le hicieron borrosas. Se sintió mal. Se tomó la cabeza con las manos y cerró los ojos. Pensó que no podía aprender todo en un mes…que no tenía ningún amigo que lo pudiera sacar de esa situación…alguien que le facilitara una máquina…
---ché, Salvarrey, ¿què te pasa?... ¿te sentís mal?...Son las 12 y media…Vení. Vení conmigo… ---dijo Fernández mientras lo ayudaba a incorporarse.
El aire puro de la calle reanimó a Carlos. Soplaba un viento fresco. El sol se asomaba débilmente entre las nubes viajeras. La lluvia caída había iluminado la ciudad. Los árboles lucían sus hojas húmedas y brillantes.
En el restaurant comieron en silencio. Cuando les sirvieron el café. Fernández le preguntó qué le había pasado con el Tesorero Carlos lo miró pensativo, y venciendo su natural orgullo se confió a él. Un poco por la necesidad de tener un amigo, y otro poco para saber si conocía a alguien que lo preparara en el manejo de Cuentas Corrientes…
--- ¡Pero viejo …¡Habérmelo dicho antes …¿Ese era todo el problema?...¡Quedate tranquilo que para eso estamos los amigos. ¡Mirá, yo te puedo preparar en Cuentas…Antes de ocupar el cargo de Cajero, estuve tres años trabajando en tu puesto… ---explicó Fernández, agregando: ---Te preparo en cualquier rato libre que tengas…No es tan difícil…¡Dentro de un mes le vas a dar cátedra al tesorero …Además, podés practicar máquina en mi casa, por las tardes…
Las palabras de su amigo llenaron de paz a Carlos que agradecido le tendió la mano, prometiendo ir.
El tiempo había transcurrido rápidamente. Debían regresar al Banco.
La ciudad resplandecía con la bulliciosa caravana de escolares que se desplazaban por las aceras. Desde los jardines multicolores de algunas casitas se derramaban cálidas y ligeras fragancias…
Cuando entraron en el Banco los dos reían despreocupadamente.
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