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LAS AGUJAS DE ORO
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LAS AGUJAS DE ORO
Si bien es cierto que las historias personales no
tienen gran valor deben convenir conmigo que a veces son interesantes puntos de
referencia para comprender la idiosincrasia de los habitantes de una pequeña
ciudad de la provincia.
Por lo general no me gusta contar ciertas cosas, casi intimidades de mis vecinos. Sin embargo, ahora que no
existe más el solar de los De Palma creo que ha llegado el momento oportuno de
relatar uno de esos sucesos que pocos conocen ya que nadie habla de los hechos
que son inexplicables por temor a parecer loco.
He buscado la manera más adecuada para abordarlo. Lo ensayé una y otra vez pero mi natural
impericia de narrador casi malogra el intento; por último me decidí por un modo
sencillo y directo, aunque para justificar los defectos les diré que si
encuentran ambigüedad y confusión son fallas bastante lícitas cuando se trata
de repetir hechos ocurridos hace más de cuarenta años. Por otra parte esos años pueden ser
muchos o pocos, según se mire.
Hace cuarenta años mi pueblo era un incipiente poblado rural con no más de 2.000
habitantes. Fue en la época que el campo era castigado no sólo por la sequía
sino también por la langosta. Recuerdo que fue durante el invierno que mi familia, y la de los otros chacareros vecinos sufrieron uno tras
otro estos embates del destino.
Las escasas lluvias habían reverdecido los campos sembrados de trigo y maíz.
Parecía que se avecinaban buenos tiempos. ¡¡Y llegaron las langostas!! Aparecieron
por el Norte como gigantescas nubes, oscureciendo el cielo y casi tapando el
sol.
Se hizo de noche en plena tarde. Las miles de langostas se fueron desparramando por el sembradío.....
La primera vez mi madre me encerró junto a mis hermanos en la cocina. Cuando pude
zafarme de su vigilancia me escapé hacia
el galpón donde estaban los hombres improvisando unas barreras con chapas y
herramientas.
Vi a mamá y a las otras mujeres haciendo ruido con tambores y palas por el campo...
Fue todo inútil. Como a las dos horas se fueron con
la misma rapidez con que habían llegado. Dejaron todo devastado. Después
vinieron otras veces: devoradoras e insaciables.
Al grito de: __“Se viene la langosta”_cada cual cumplía la tarea encomendada. Los chicos
también fuimos incorporados en esta especie de
guerra desesperada: Colocar las barreras, preparar los aparatos lanzallamas para cerrarles el paso... ¡Fueron
tiempos bravos!
Con la sequía y la langosta la pobreza se fue adueñando de mi familia como de tantas
otras, y como cierre de ese año las heladas del cruel invierno se llevaron lo
poco que quedaba.
Hoy parece mentira todo aquello... En ese entonces todos nos conocíamos y era un culto la
solidaridad. Todos nos ayudábamos. Se hacía un homenaje sagrado a la
amistad. Y se discrepaba, pero con respeto.
A veces me pregunto cuál fue el secreto de esas devociones.
Hoy todo es cambiar. Y buscar la culpa de los problemas en los otros, en el “afuera”: que
el trabajo, el gobierno, la televisión, las retenciones a la soja, o la falta de tiempo...
No adhiero a la teoría de los que aseguran que
antes sobraba el tiempo. O los que expresan: _
“Antes se mataba el tiempo!.. _¡¡¡ Eso que se lo digan a otro!!!
¡Con lo que había que trabajar! Para mí, la que cambió fue la gente. Ahora todo se destruye
porque sí. Sirva o no sirva. Desde una casa
hasta una avenida de eucaliptos, o una reputación...
Todo se destruye. ¡Mi pueblo cambió tanto en estos últimos años!..
Sé muy bien que no faltarán los que me acusen desde algún café del Centro de cursi o
aburrida.
Desde ya les respondo que los extremos siempre coinciden. Y no sería raro que unos y
otros, se vean reflejados como en un espejo en la historia prometida advertiré que
ninguno de los protagonistas hoy viven, por lo que se deberán contentar con mi
versión.
Cuando terminé la primaria vine a vivir al
pueblo, a la casona hoy derrumbada de mi tío Luis Antúnez, el farmacéutico, con el fin de
seguir los estudios secundarios. Hoy
pienso que la verdadera razón _sobre todo la
de mi madre_ era sacarme de la pobreza, de la miseria...
continuará....
AMALIA
tienen gran valor deben convenir conmigo que a veces son interesantes puntos de
referencia para comprender la idiosincrasia de los habitantes de una pequeña
ciudad de la provincia.
Por lo general no me gusta contar ciertas cosas, casi intimidades de mis vecinos. Sin embargo, ahora que no
existe más el solar de los De Palma creo que ha llegado el momento oportuno de
relatar uno de esos sucesos que pocos conocen ya que nadie habla de los hechos
que son inexplicables por temor a parecer loco.
He buscado la manera más adecuada para abordarlo. Lo ensayé una y otra vez pero mi natural
impericia de narrador casi malogra el intento; por último me decidí por un modo
sencillo y directo, aunque para justificar los defectos les diré que si
encuentran ambigüedad y confusión son fallas bastante lícitas cuando se trata
de repetir hechos ocurridos hace más de cuarenta años. Por otra parte esos años pueden ser
muchos o pocos, según se mire.
Hace cuarenta años mi pueblo era un incipiente poblado rural con no más de 2.000
habitantes. Fue en la época que el campo era castigado no sólo por la sequía
sino también por la langosta. Recuerdo que fue durante el invierno que mi familia, y la de los otros chacareros vecinos sufrieron uno tras
otro estos embates del destino.
Las escasas lluvias habían reverdecido los campos sembrados de trigo y maíz.
Parecía que se avecinaban buenos tiempos. ¡¡Y llegaron las langostas!! Aparecieron
por el Norte como gigantescas nubes, oscureciendo el cielo y casi tapando el
sol.
Se hizo de noche en plena tarde. Las miles de langostas se fueron desparramando por el sembradío.....
La primera vez mi madre me encerró junto a mis hermanos en la cocina. Cuando pude
zafarme de su vigilancia me escapé hacia
el galpón donde estaban los hombres improvisando unas barreras con chapas y
herramientas.
Vi a mamá y a las otras mujeres haciendo ruido con tambores y palas por el campo...
Fue todo inútil. Como a las dos horas se fueron con
la misma rapidez con que habían llegado. Dejaron todo devastado. Después
vinieron otras veces: devoradoras e insaciables.
Al grito de: __“Se viene la langosta”_cada cual cumplía la tarea encomendada. Los chicos
también fuimos incorporados en esta especie de
guerra desesperada: Colocar las barreras, preparar los aparatos lanzallamas para cerrarles el paso... ¡Fueron
tiempos bravos!
Con la sequía y la langosta la pobreza se fue adueñando de mi familia como de tantas
otras, y como cierre de ese año las heladas del cruel invierno se llevaron lo
poco que quedaba.
Hoy parece mentira todo aquello... En ese entonces todos nos conocíamos y era un culto la
solidaridad. Todos nos ayudábamos. Se hacía un homenaje sagrado a la
amistad. Y se discrepaba, pero con respeto.
A veces me pregunto cuál fue el secreto de esas devociones.
Hoy todo es cambiar. Y buscar la culpa de los problemas en los otros, en el “afuera”: que
el trabajo, el gobierno, la televisión, las retenciones a la soja, o la falta de tiempo...
No adhiero a la teoría de los que aseguran que
antes sobraba el tiempo. O los que expresan: _
“Antes se mataba el tiempo!.. _¡¡¡ Eso que se lo digan a otro!!!
¡Con lo que había que trabajar! Para mí, la que cambió fue la gente. Ahora todo se destruye
porque sí. Sirva o no sirva. Desde una casa
hasta una avenida de eucaliptos, o una reputación...
Todo se destruye. ¡Mi pueblo cambió tanto en estos últimos años!..
Sé muy bien que no faltarán los que me acusen desde algún café del Centro de cursi o
aburrida.
Desde ya les respondo que los extremos siempre coinciden. Y no sería raro que unos y
otros, se vean reflejados como en un espejo en la historia prometida advertiré que
ninguno de los protagonistas hoy viven, por lo que se deberán contentar con mi
versión.
Cuando terminé la primaria vine a vivir al
pueblo, a la casona hoy derrumbada de mi tío Luis Antúnez, el farmacéutico, con el fin de
seguir los estudios secundarios. Hoy
pienso que la verdadera razón _sobre todo la
de mi madre_ era sacarme de la pobreza, de la miseria...
continuará....
AMALIA
Re: LAS AGUJAS DE ORO
Interesante texto nos compartes, gracias a dios jamas he estado cerca de una plaga de langostas, imagino debe ser aterrorizante y angustiante para los campesinos y sus familias.
atlantida (Eugenia)- Forero Constante
- Mensajes : 488
Fecha de inscripción : 06/08/2012
Re: LAS AGUJAS DE ORO
ESE UN HECHO ES REAL!!
Bueno, entiendes que parto de hechos reales... jajajaja.
BESITOSA AGRADECIDOS
AMALIA
Bueno, entiendes que parto de hechos reales... jajajaja.
BESITOSA AGRADECIDOS
AMALIA
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